Lo que parecía ser una fiesta para los fanáticos de la velocidad en el autódromo Rubén Dumot, ex Aratirí, de la ciudad de Capiatá, a 23 km de la capital paraguaya, termino de la peor manera.
El Piloto Carlos Oliveira, de 72 años, perdió la vida luego de impactar con su Porsche 911 GT3 RS, en el marco del evento denominado track Day Paraguay.
Al intentar mejorar su tiempo, a la salida del curvon que desemboca en la recta principal, el bólido rojo pisa el pasto con una de sus ruedas traseras, perdiendo el control sobre la cola de vehículo, esta situación provoca que el auto, en velocidad, se cruce e impacte de manera perpendicular con unas estructuras de hormigón que delimitaban la pista.
La justicia Paraguaya se encuentra investigando las causas del accidente y peritando tanto al automóvil, como al circuito.
Si bien, cuando suceden este tipo de tragedias, es bastante antipático buscar culpables, sumado a que no somos peritos accidentologicos, años cerca de este mundo del automovilismo nos permiten sacar ciertas conclusiones.
En primer lugar, creemos que las medidas de seguridad del autodromo paraguayo no estuvieron a la altura. Para empezar, la falta de una extensión de la pista en el curvon, lo que habitualmente conocemos como piano. Esto podría haber evitado que el automóvil perdiera el control. Este tipo de elevaciones están presentes en casi todos los circuitos profesionales del mundo y no entendemos como el mismo no se encontraba aquí.
Por otra parte, las estructuras de hormigón que delimitaban la pista y que hace tan solo un mes fueron de utilidad para el sudamericano de arrancadas, para una competencia de velocidad, nos parece simplemente inadmisible, mas aun a la salida de un curvon de velocidad. Ni hablar de las pocas, o casi nulas protecciones que las mismas poseían. Entendemos (repetimos que no somos peritos accidentologicos) que un tambor con agua es insuficiente para detener el impacto de un automóvil que supera la tonelada y media y cuya potencia, que excede los 500 caballos de potencia, y de haber existido muñecos de goma, creemos que tampoco hubiese mejorado demasiado la situación. Ni hablar de que esta estructura se encontraba paralela a la pista, lo que en este caso provoco el tan temido “impacto lateral”. Creemos que este tipo de estructuras carecen de todo sentido en una pista, salvo para las picadas o arrancadas, donde, de producirse un impacto el mismo no sería a 90° contra la estructura, más aún, como quedo evidenciado en los numerosos videos que circularon del accidente, que las mismas, si bien eran de difícil movilidad, no estaban adheridas a la pista y podían ser trasladadas.
Lamentablemente no es la primera vez que ocurre un accidente en un track day. Recordamos la última edición que se realizo un evento similar en el autódromo Rosamonte, donde un Ford Falcon perdió el control, volcando y expulsando a su piloto, afortunadamente, con lesiones que no pusieron en peligro su vida.
Se abre nuevamente el debate, de si este tipo de eventos deberían continuar realizándose, ya que, a la inexperiencia de los pilotos, también se suma la falta de elementos de seguridad, para competencia, de los automóviles en pista, ya que los mismos, si bien suelen tener mejoras de rendimiento, rara vez tienen mejoras de seguridad para el piloto, como ser jaulas o cinturones de cinco puntas.
Cualquiera sea la respuesta a la inquietud planteada en el párrafo anterior, siempre es preferible realizar este tipo de actividad en un circuito y nunca en la calle y si este es homologado y cuenta con las medidas de seguridad necesarias, es mucho mejor aún.
Nuevamente lamentamos la partida de Carlos, pero atento a sus declaraciones previas a la carrera, se fue, haciendo lo que le gustaba.